¿Quién soy?

Mi nombre es Fernando Paolucci y nací en Buenos Aires, Argentina, en una casa donde la realidad y la fantasía se entrelazaban en un abrazo constante. Desde pequeño, estuve rodeado de amigos invisibles, historias asombrosas y largos silencios que hablaban más que las palabras. Poseía una imaginación desbordante que difuminaba los límites entre lo real y lo imaginario, mientras los veranos se evaporaban en dibujos que cobraban vida propia.

Los fines de semana, mi padre, con manos de sanador, reunía a la gente en el comedor de nuestra casa, y Mercedes, mi abuela materna, conjuraba remedios para el mal de ojo y el empacho. Los espíritus se sentaban a la mesa como viejos amigos y conversaban con nosotros, llenando el aire con susurros de otro mundo. Mi memoria del pasado está poblada por objetos con vida, el aroma a pachuli y a inciensos, estampitas y velas, libros de magia ritual y un cuadro que aún conservo, donde un ángel protege a dos niños distraídos.

Mi otra abuela, criada en el campo, me relataba historias de ánimas y aparecidos mientras me preparaba yuyitos y me enseñaba a rezar el Padre Nuestro. Con esa poderosa influencia, podía adentrarme en esas realidades sin esfuerzo alguno, pero la adolescencia y la necesidad de encajar me llevaron a alejarme de mi propia esencia, creando grietas y sombras en mi memoria.

Estudié diseño de indumentaria en la Universidad de Buenos Aires y trabajé en la industria de la moda. Sin embargo, con el paso del tiempo, la magia, mis raíces y mis amigos invisibles se fueron desvaneciendo. Sintiéndome vacío, empecé a buscar un camino de regreso...

Reaprendí sobre energías sutiles estudiando radiestesia y volví a conectar con mis espíritus ancestrales a través del chamanismo transcultural con la fundación de Michael Harner, la sanación con sahumo y el Africanismo. Me adentré en la selva colombiana, donde taitas, chamanes y mamitas me revelaron secretos antiguos.

Cultivé mi mente y mi cuerpo practicando Ashtanga con mi compañero de vida. Descubrí la medicina inca, la neurociencia y la sanación pránica, entre otras perlas, y comencé a recordar el amor y la bondad de dar servicio.

Hoy estoy en Mallorca, rodeado de montañas y mares llenos de espíritus que me han guiado hasta aquí. Acompaño a personas que buscan un equilibrio en su sanación física, emocional y espiritual, evolucionando junto a ellas.

Sospecho que todo lo vivido no es fortuito, sino que forma parte de un destino dibujado por manos invisibles, un sendero que siempre estuvo frente a mí, esperando a ser recorrido.

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